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Fotografía | Janire Sainz |
Comenzó sus andaduras como periodista en la televisión pública vasca,
dirigiendo programas como Babel y Egunean giro y como director en el primer periódico en euskera, Egunkaria,
clausurado en 2003 por el juez del Olmo por "enaltecimiento del
terrorismo". Tras
una semana detenido e incomunicado, Otamendi fue liberado por falta de pruebas.
Lo que para muchos significaría un profundo declive en su carrera, para él no
lo fue. No lo dudó ni un segundo: la redacción del periódico Berria se
encontraría justo en el mismo lugar que hace unos meses había sido testigo de la
clausura de su proyecto novel, el diario Egunkaria, tan solo a 10 minutos de la
capital guipuzcoana, en Andoain. Su
mente nunca ha dejado de funcionar, ni siquiera de vacaciones. Y es que
aprovecha incluso ese poco tiempo libre que conlleva su profesión para seguir
aprendiendo sobre las sociedades y la política de los más de 30 países que ha
visitado. Él no va a ver ruinas romanas, él va a ver las elecciones generales
italianas.
Al
llegar a la redacción de Berria y preguntar por el director, la secretaria hace
una llamada preguntando por Martxelo Otamendi. Se respira un ambiente de
tranquilidad y a la vez de trabajo. Pasadas las 11 de la mañana, aparece con
paso decidido y se dirige hacia su despacho. Este lugar no se podría imaginar
tal y como es en realidad. El despacho da al patio del Parque Cultural de
Martin Ugalde y está acompañado por las magníficas vistas de los montes de
Andoain. Está rodeado por cristales donde deja entrar la luz de la calle y se
puede observar con claridad la actividad de la redacción del periódico. Cada
cuadro, objeto, foto que decoran el despacho da a la vista que es más que un
simple decorativo y que cada uno tiene un significado para él. Frente a su
mesa, repleta de papeles y libros, otra mesa redonda con varias sillas alrededor,
donde nos invita a sentarnos.
Tanta pasión siente por el periodismo que, incluso puede explicar con pelos y señales
su época dorada y cuándo empezó a recaer: "La crisis del periodismo
comenzó cuando el New York Times no pudo seguir permitiéndose tener un
trabajador experto en perfumes". Aún
así, esta situación que muchas veces parece insostenible no la considera
necesariamente negativa, puesto que gracias a ello las grandes empresas han
dejado de invertir en prensa, por lo que no se ven tan condicionados en sus
publicaciones.
Explica
que existen dos tipos diferentes de crisis: por una parte está la clásica de consumo,
y por otra parte la crisis estructural de los propios medios: "Los
técnicos han evolucionado mucho en muy poco tiempo en formatos muy inusuales y
muy baratos. Los editores no veíamos que eso tenía futuro. Éramos todos muy
chulos". Suerte que su diario se dio cuenta a tiempo. Berria apuesta
fuerte por las nuevas tecnologías y por los nuevos proyectos. "A los
medios pequeños no les queda otra cosa que ser más listo que los demás",
comenta. Otamendi cuenta que su diario fue uno de los primeros en retransmitir un
juicio en directo –el del propio Egunkaria–, mientras que a los medios
tradicionales les parecía una locura.
El
director dice que lo que caracteriza al equipo de Berria es su inmediatez y los
reflejos que tienen ante las noticias que van a surgir. Por
ello, cuando se puede predecir que una noticia lo suficientemente importante va
a tener lugar en alguna parte del mundo, no lo dudan: mandan a un redactor a
planchar 'kuleros' –bragas en euskera– a su casa y al día siguiente ya está en
el centro de la noticia. "La frase planchar kuleros ya es famosa en la
redacción. Cuando vemos que alguien va a tener que ir a algún sitio es lo
primero que se oye".
Cuando
se le pregunta sobre qué dejaría atrás de su carrera profesional, no lo duda ni
un segundo: nada. "Claramente sufrí por el cierre de Egunkaria, pero no me
estoy todos los días martirizando por eso. Ya lo he explicado en millones de
periódicos del mundo, y afortunadamente no es un tema que me persiga todos los
días". Sin pelos en la lengua,
narra cómo un 20 de febrero de 2003 la Guardia Civil entra en plena madrugada
en su casa, y sin mediar palabra comienza a desvalijar y confiscar todos sus
objetos personales para someterlos a investigación. A partir de ese momento y
hasta cinco días después nadie sabe nada de Martxelo. Todo el mundo conoce los
hechos que estaban teniendo lugar en el interior de la prisión.
A
pesar de ello, decide darle más importancia a las cosas positivas: Con una
gratitud incalculable en la mirada señala un cuadro que tiene colgado en la
pared de su despacho en el que se puede ver la manifestación más multitudinaria
de la historia de Donosti pidiendo su liberación y la del resto de compañeros encarcelados.
"Fue una lección para los de arriba. Ahí es cuando aprendieron la lección
de que al cerrar un diario la gente no se queda en casa".
Entre
sus recuerdos, otro que marca un antes y un después en la historia de Euskadi: Martxelo
se acerca a su escritorio y coge lo que parece un simple pen drive rojo.
"Aquí es donde llegó a la redacción el comunicado de ETA en el que dejaba
las armas. Quiero enmarcarlo y colgarlo en la pared". Y no es para menos.
Tan solo su diario y el Gara recibieron la esperada noticia de manos de la
banda armada. Y
es que, aunque parezca complicado, el periodismo le ha dado más alegrías que
disgustos. Por eso, cuando echa la vista atrás, el nacimiento del Egunkaria es
lo primero que le viene a la cabeza: "Nos dijimos a nosotros mismos que lo
podíamos hacer... y lo hicimos".
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