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Fuente | La voz del sur |
Son
las ocho de la tarde y ya ha anochecido. El botellódromo de
Jeréz está a reventar. A la entrada del recinto, la gente bebe
y charla animada, riendo y brindando al son de la música de Morodo
& The Okoume Lions. Dentro del recinto el público ya
grita y salta enloquecido. La fiesta ha comenzado. La
primavera trompetera ya llegó. Y lo hizo exactamente desde hace
cinco horas. El Canijo de Jerez, protagonista
indiscutible por el hecho de jugar en casa, es el encargado de
presentar el multitudinario evento. Desde las tres de la tarde
la música en directo se despliega en dos escenarios al aire libre en
un espectáculo que se alarga hasta bien entrada la madrugada.
Calentando
motores
No
hay tregua: pocos minutos después de acabar cada actuación,
comienza la siguiente en el escenario de al lado. Pero lo bueno se
hace esperar, y no es hasta bien entrada la tarde cuando los nombres
fuertes del cartel empiezan a subirse al escenario. Justo entonces,
llegamos. El buen rollo se respira en el ambiente, y despide
cierto aroma a maría. “Inspira hondo, que es gratis” bromea
un chico entre risas a nuestro lado. No hay lugar para las malas
caras, a pesar de que la cola de acceso es bastante larga. El control
de seguridad es exhaustivo pero rápido, así que no tardamos en
entrar. "Tote, vamos a ti", murmuran a nuestro lado.
Ya falta menos.
Los
dos enormes escenarios se alzan a nuestra derecha, separados por un
gran cartel con el logo del festival. Antes de tomar posiciones nos
dirigimos al fondo del recinto para una parada obligatoria en los
puestos de bebida: Nadie se sube sereno a un escenario, y con
ese puntito de felicidad añadida que solo brinda la embriaguez se
disfruta más del espectáculo. Ahora sí, cerveza en mano,
estamos listos para empezar... Pero todavía queda una hora para
la hora de la verdad. Mientras, nos vamos adentrando en la
multitudinaria masa humana que compone el público a los pies del
escenario, en una ecléctica mezcla de raperos, rockeros
y garrapateros que conviven en perfecta armonía
disfrutando del formidable directo de Juanito
Makandé, calentando motores para lo que viene justo
después. Todo son risas y buen rollo. “¿Queréis una calada?”
Ya hemos hecho amigos. Hermanados, entonamos juntos los recién
aprendidos estribillos de Niña Voladora y Eres
para mí. La gente baila y se besa en medio de la multitud, ebria
de felicidad y otras cosas, celebrando que estamos vivos. El mundo se
para y por unos instantes no existen nada más que la alegría, el
humo y los acordes. Bendita sea la magia de la música.
"Pa
reinar, chico, pa' eso vine"
Y
justo entonces, cuando parece que la noche no puede ponerse mejor,
llega el Rey. En
el momento álgido de la velada, sale por fin a escena un
aclamado ToteKing al
son de Sangre
y Sudor,
uno de los temas más enérgicos de 78,
su último disco. Algo vuelve a quedar claro desde el principio: Tote
suena de maravilla en directo. Ya
no es aquel Mc que se quedaba sin voz en el cuarto tema, ahora
va mucho más desahogado y la utiliza de mejor manera, y
así lo demuestra con un inicio de concierto
explosivo.“Motherfuckers,
tengo el control!” canta.
Y es verdad: con su energía consigue meterse al público en el
bolsillo desde la primera canción. Con su hermano Shotta en
el segundo micro y DJ
Nexxa a
los platos, el
sevillano es un puro despliegue de autenticidad y tablas que escupe
rimas a ritmos extenuantes. No desperdicia ni un segundo bajo los
focos, y nos hace saltar y sudar al son de los beats potentes y
gordos que traen los temas de su nuevo disco. “Mi colega Andreas
Luzt de O'Funk'illo se acaba de ir, pero su parte os la cantáis
vosotros, ¿va?”
Enardecidos
e hipnotizados por su carisma, entonamos como una sola garganta los
versos que nos corresponden de Ya
no me enfado,
y Tote y Shotta sonríen desde el escenario. Su público se lo pasa
en grande, pero ellos también disfrutan como niños.
Haciendo
honor a su bien merecido título, el Maestro de Ceremonias continúa
esculpiendo nuestras sensaciones a golpe de flow, haciéndonos pasar
de la euforia a la emoción en cuestión de segundos y guiándonos
hacia el éxtasis a través de sus canciones nuevas, hasta
que Ni
de ellos ni de ellas nos
recuerda que Tote ya
era un grande antes del último álbum.
El público se rinde ante la llegada de las viejas glorias, y las
chicas enloquecen cuando los hermanos González desempolvan el
antiguo himno Ven y
las incitan a pasar con ellos la noche de sus vidas: “Ésta
no la cantábamos en directo desde 2010... Ven comigo niña, ven
conmigo ya... Esto
va de gente infiel, groupies locas pa'l hotel”. Nadie diría que
Tote ya no es ese rapero incansable y casanova que “primero
concierto y de postre mujeres”, aunque él mismo afirme entre risas
que ha dejado a un lado el desfase y el alcohol.
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Fuente | La voz del sur |
El
King se toma un pequeño descanso y le cede el protagonismo a Shotta,
que acompañado por un esperado Morodo pone la nota tierna a la noche
con su tema Felicidad.
“Si ya la tienes, compártela”, cantan, “y si no, no vale de
nada”. El público obedece, y parejas y amigos se funden en largos
abrazos mientras corean el estribillo con los dedos entrelazados.
Tras esta pausa, vuelve al micro principal más “toterreno” que
nunca, y se lanza con los temas más rompedores de su nuevo disco,
escritos sobre bases de reagge y flamenco. Para
ello cuenta con la ayuda de Morodo y de El Canijo de Jerez, quienes
le dan un toque fresco y distinto al directo. El
público aplaude entusiasmado la facilidad con
la que Tote encaja sus rimas en estos ritmos. Fluye por ellos como
por su rap de toda la vida, donde el hip hop clásico y el rock eran
hasta ahora su mayor influencia. Las letras, en cambio, siguen siendo
ácidas e ingeniosas como siempre. “El Gran Wyoming del rap,
vacile
y texto”,
canta. El humor es innegociable para Tote, al igual que la crítica
política y social, con la que enciende el ánimo de los presentes
una vez más poco antes ya de echar el cierre: “Estoy en paz hasta
en lo que me corroe, esta es mi tierra, veinte años de saqueo del
PSOE”.
Pero,
como en los mejores cuentos, llega la medianoche y se rompe el
hechizo. Tras una hora y quince minutos de pura magia, Tote se
despide de su público entre vítores y se reafirma como uno de los
raperos más en forma del panorama español. Supo contagiar a todos
los presentes su energía y su buen rollo con un directo potente y
nos regaló una de las actuaciones más memorables de la noche. A
muchos nos dolerán las cuerdas vocales y los pies durante días. Tote
“vino
pa' reinar”
y conquistó el festival: sin lugar a dudas sigue siendo el King: un
tipo cualquiera que, a sus treinta y siete primaveras trompeteras,
todavía puede contra veinte Mcs.
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