Fotografías cedidas por La Térmica.
No es difícil entender que la miradas de las viejas plumas de este país tengan la ventaja de haber observado cómo ha evolucionado España en los últimos 40 años. Lo difícil para los que peinan canas es saber cuáles serán los derroteros de la humanidad en una época en la que los cambios tecnológicos, más que a la orden del día, son una realidad obligada para el bolsillo año tras año. Manuel Vicent nacía cuando aquí empezábamos a pegarnos tiros fraticidas y hoy sabe que involucionamos desde el cerebro hacia las puntas de los dedos que se deslizan sobre una pantalla. Llamamos una vez y nos remite a su teléfono fijo. Segundo tono. "¿Estás grabando ya?".
¿Qué es lo que hay de realidad y de ficción ahora mismo en
España?
La realidad y la ficción depende de la mirada. Es el punto
de vista. La historia de España se puede contar desde el esperpento, como hizo
Valle-Inclán, como una búsqueda de la vida como hizo Baroja o como una ficción,
como si lo que estamos viendo ahora en política lo viésemos por primera vez. La
capacidad de ficción no es más que la capacidad de sorprenderse ante el hecho
de presenciar la vida como un espectáculo. Hoy está media humanidad sentada
mirando y la otra media en la pista haciendo el payaso.
¿Dónde muere el articulista?
Cuando el lector sabe ya lo que vas a decir. Cuando te
abandonan a mitad de la columna, cuando no te leen porque ya te ha leído
demasiado y te conocem todas las claves. Cuando ya no les sorprendes en nada.
Millás nos dijo que muere cuando pierde la rutina. ¿Cómo de
importante es la rutina?
La rutina es el veneno del articulista. Un articulista de
raza tiene que escribir cada columna como si fuese la primera.
¿Cómo se combina el placer de escribir con la obligación de hacerlo para un periódico?
Como decía Bogart, las personas se dividen en dos: las que son profesionales y las que no. Un articulista, o un escritor, es aquel al que
se le ocurren las cosas cuando empieza a escribir. Así, está el articulista de
domingo; uno de repente tiene una idea que le parece buena y se va a su
casa a escribirla. Esto es una profesión, y por lo tanto un trabajo que a veces
va unido al placer y otras veces a la desesperación.
¿Qué tiene la literatura de Camba para que se ponga de moda ahora?
Camba siempre está de moda porque analizó lo que la vida tiene de
espectáculo como si la viese por primera vez. Además, claro, de ser muy
inteligente y que su forma de escribir era muy metálica, es una escritura
que no se pudre. Pero sobre todo por ser el inventor de todos los tópicos que
hoy nos sirven todavía. El alemán de cabeza cuadrada es un invento suyo. Él se
paseó por el mundo como un señorito contemplando la vida como un espectáculo.
Aparte de tener el talento de expresar todo eso en una columna.
Recordando sus escritos sobre la Transición, ¿qué
similitudes ve entre esa época y los tiempos que ahora mismo corren?
Estamos viviendo lo bueno y lo malo de la Transición. Los
jóvenes de ahora han nacido y crecido dentro de la democracia, y por tanto no
tienen más referencias que la propia libertad. Después tenemos las desventajas
de aquella transición, que se hizo precipitadamente, a la fuerza, como un pacto
de no ruptura pero sí de reforma. Fue un engendro imaginativo entre esos dos
términos. Al ser un equilibrio entre dos miedos ahora estamos sufriendo esas
desventajas.
Alguna vez ha dicho que Suárez fue un político ejemplar
Ejemplar no lo sé. Tuvo coraje y fue valiente. Se le encargó la empresa de limpiar las cuadras del Franquismo. Lo hizo y llevó a este país a una salida democrática. No era un hombre de estado de largo alcance, pero esa misión la hizo bien.
¿Ve alguien que represente la figura de Suárez en la política actual?
No. La figura política que veo es que la gente ha votado, quieren que los políticos solucionen problemas y que no los planteen, que dejen de dar la imagen de que es una profesión endémica y endógena entre ellos, como si fuese su vida y no la de los ciudadanos. Que tengan un sentido de la historia.
Su primera novela se publica en los últimos aleteos del Franquismo. ¿Cómo
era publicar libros en aquella época?
Había algo peor que la censura, que era la autocensura.
Empecé a escribir en el 66, con Pascua y naranjas, la novela que ganó el Premio Alfaguara.
Sabías que había unas barreras que no podías tocar porque entonces no te
publicaban por culpa de la censura previa. Eso te servía para afinar las
derivadas, las sinuosas formas de salir del atolladero con otras palabras. De
todas formas cuando empecé a escribir la censura había bajado la guardia.
¿Se planteaba ser periodista?
Nunca me lo planteé, si por periodista se entiende vivir de
las noticias, ser receptivo a ellas y transmitirlas al lector. Sí me imaginaba
que algún día podría escribir en el periódico. Es una tradición muy española,
lo han hecho todos. Ahora voy a publicar un libro, una serie que hice en
Babelia de todos los escritores españoles más importantes del siglo XX, que
fueron todos periodistas. No hay que olvidar que Ortega y Gasset fue
periodista, así como Azorín. La mayoría de los que hoy consideramos grandes
escritores escribieron en periódicos previamente, antes de formar libros.
¿Recomendaría a alguien estudiar periodismo?
Hoy el mundo está muy tecnificado, complejo y complicado. El
periodista ya no es el romántico que sabía escribir y andaba de bohemio por los
cafés. La profesión ahora es muy técnica. En el periodismo a alguien que
escriba muy bien nunca le faltará trabajo. Las palabras siguen siendo
importantísimas. Un periodista debe tener curiosidad. Sobre todo si es un
periodista o un escritor, aunque ya no sé muy bien la diferencia que hay. Ese es el
tipo que se levanta y se sorprende de que el mundo exista, que lo ve todo con
una virginidad en los ojos que no le haga perder nunca la capacidad de sorpresa
ni la de admiración. Ni la de desprecio, claro.
¿Por qué nadie habla de cómo ha afectado la participación
accionarial de los bancos en los medios?
No sé lo que es la independencia, porque uno siempre habla
de lo que ha vivido y de su conciencia de ser y estar. Ya estamos mediatizados
por nosotros mismos. La información es un poder, y ese poder está manipulado
desde la empresa y por esas fuerzas oscuras que manejan la información y los
hechos que suceden en el mundo. Un periodista con ser honesto, contrastar los
hechos y tratar de ser imparcial, que no independiente, ya va que se mata.
¿Cree que se utiliza un vocabulario demasiado beligerante
contra Podemos?
Ellos también usan un lenguaje de jóvenes sobrados. Lo que
ha sucedido con el fenómeno Podemos era necesario y estaba allí. Es una
síntesis de una cólera ciudadana. Lo que pasa ahora mismo es un relevo de generaciones.
Sucede lo mismo que en el 82. Cuando llegaron los socialistas al poder hubo un
cambio de generaciones más que de políticas. Una generación de jóvenes que
accedían a los puestos claves de la sociedad. Pero no solo en política, también
en estética, en arte, en las formas de sentir. Ahora sucede lo mismo a través
de las redes digitales. Pero esa sensación, aunque fuese verdad, de que hasta
que no han llegado ellos aquí sólo había casta, corrupción y demás… Ellos
también son muy detonantes a la hora de hablar. Considero que España está en un
proceso de recambio de generaciones y nada se puede hacer si no adquirimos una
cultura del pacto, cosa a la que no estamos acostumbrados.
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