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| Reuters. |
Es el minuto cero.
Parece ser el que más cuenta para rellenar folios una vez que el calendario
deportivo y la agenda periodística se reducen por la falta de partidos. La
primera vez que uno se interesa más en un partido por el himno que suena antes de pitar al árbitro instintivamente. Dos
definiciones de himno en la RAE recogen la palabra poética; otra dice
directamente que un himno es una poesía. El himno como “composición emblema de
una colectividad, que identifica y une entre sí a quienes la interpretan” no se
entiende entre la mayoría de aficionados que hay en el campo. Que Alves eleve
su barbilla como si escuchara un himno es lo más poético.
Minuto cero: hay quienes se sienten insultados en nombre del
nacionalismo y los que ofenden también a hombros de una nación. En la grada
ruido, en los bares también. Los kilómetros o las losas que hay desde un que se
joda el rey al deseo de que arda el campo. ¿Que pitar el himno como protesta
política es libertad de expresión según la Audiencia Nacional? Pues que cambien
las leyes, es un insulto, hasta las leyes están mal, opina otro parroquiano. “¿La libertad
de expresión lo permite todo? Yo creo que no”, dice el ministro de Justicia (se
llama Catalá). El portavoz del PP en el Congreso, al menos, tiene la decencia
de llamar directamente enfermos a quienes pitaron el himno, aunque no habló de
desafecto al patriotismo.
Los desacuerdos en
política no viajan al estadio ni se dan la mano en un espectáculo televisivo. Ni
por respeto ni por orgullo. Lo más sonado no fueron las peticiones de que el
árbitro se trague el pito. A los futbolistas fácilmente se les imagina como
apátridas, pero acabaron pitándose entre ellos por un regate ofensivo (y en
ataque) de un brasileño. Eso ya fue en el minuto 85 de partido.
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