¿No mencionas el nombre periódico, nos perdemos en los
laureles?, le dice el director al redactor. En el segundo párrafo está,
contesta el periodista. ¿Y quién diablos va a leer el segundo párrafo?,
responde altivo nuevamente el director. Javier Valenzuela (Granada, 1954) comenta
esta escena de Primera Plana, tras un café junto a Alfredo Taján, director del
Instituto Municipal del Libro de Málaga. La película de Billy Wilder enlaza con
la petición de Taján de que se mencione la institución en la entradilla.
“Siempre se olvidan de mencionar el Instituto del Libro”, dice antes de marchar.
Nos encontramos con el periodista de gesto pronunciado en el
bar del hotel Room Mate Larios. Valenzuela dedica su libro y pregunta cuál es
el móvil que graba. Ha sido corresponsal de guerra, director adjunto en el
diario El País, director general de información internacional con Zapatero y fundador
de la revista tintaLibre… “Vale, empezamos a grabar”.
Nace en Granada, sin
embargo estudia en Valencia. ¿Con cuántos años se va de la ciudad andaluza?
Nazco en Granada aunque mi padre es malagueño. Soy hijo de
un periodista, y mi padrino también lo era. De una familia italiana que se
había asentado en Málaga a principios del siglo 19; José María Bugella, que
llegó a ser subdirector del diario Pueblo. Me voy a los 15 años a Valencia
porque a mi padre lo trasladan del diario Patria de Granada al diario Levante
de Valencia. Entonces trabajaba en la Prensa del Movimiento, la única prensa
del momento. Estudio Económicas en Valencia, aunque yo quería ser periodista
desde niño. Cuando llega la hora de escoger la titulación mi padre me pregunta
que qué quiero hacer. Siempre le decía que periodismo, ya de pequeño hacía
periodiquitos con recortes. Mi padre me dice entonces que ni se me ocurra
estudiar periodismo, que el periodismo es como ir en bicicleta: una cosa que se
aprende practicando. Me dice que estudie algo útil que te ayude a pensar de un
modo riguroso y serio, y estudio Económicas.
El estudiar Económicas me ha servido muchísimo. Sé de
economía; sé mucho más que Montoro y De Guindos, de robar no. El caso es que
empecé con el periodismo a base de escribir artículos y enviarlos. El primer
sitio donde mandé fue en una revista libertaria que se llamaba Ajoblanco. Lo
leyó Pepe Rivas, le gustó y así empecé a publicar, por esas primeras
publicaciones no cobraba.
Existió la imagen del
periodista en redacción fumando y bebiendo güisqui…
Ha existido totalmente. Soy un vivo ejemplo de ello [mete la
mano en la chaqueta que está en el asiento de al lado y saca un paquete de
tabaco]. El periodismo es una profesión que tiene mucho estrés, necesita
cafeína, algún tipo de estimulante para que estés vigoroso, combativo,
despierto, atento… No agilipollado copiando y pegando los teletipos de Internet
que es lo que quieren hacer con vuestra generación. Por ello, siempre ha tenido
ciertos estimulantes como el café o la nicotina.
Las leyes secas en periodismo se empiezan a establecer a
partir de los años 90 cuando se empieza a prohibir e alcohol y fumar en las
redacciones, y los periodistas ya empiezan a cuidarse: hacer gimnasia,
bicicletas… No quiero decirlo vaya a ser que me digan que hago apología de las
drogas, pero eso se traduce en cierto deterioro de la calidad.
Esa ley seca llega
cuando está en El País
Concretamente entre los corresponsales de guerra hay una
especial fraternidad. La tribu de la que hablaba Manu Leguineche, o el
territorio comanche del que hablaba Pérez-Reverte es verdad. Nos íbamos juntos
a todos los lados, nos intercambiamos información y nada tenía que ver con el
rollo de la competencia. Lo que está en juego es tu vida, no cualquier cosa. Y
sí es verdad que después de haber sobrevivido a un bombardeo, una batalla o
excursión a territorio comanche, la escena los corresponsales de guerra
arrasando con la bodega del hotel juntos en fraternidad es algo real. No es
nada de película. Además hay un subidón de ego después de una batalla: el lo he
contado, he sobrevivido, y ahora están imprimiéndolo en Madrid, New York,
Washigton, París, Roma… Hay una cierta sensación de superhéroes, de hecho
muchos corresponsales se vician porque es un alimento extraordinario para el
ego.
¿Qué pasa a ese ego
cuando sabe que hay poca gente que llega al segundo párrafo de lo escrito?
El embajador de España en Beirut, Pedro de Aristegui, que
murió en un bombardeo en la misma embajada me decía: “Mira, Javier, esas
crónicas que tanto te ha costado conseguir nadie las lee, como tampoco nadie en
el Ministerio de Asuntos exteriores mis despachos”. Pero sí es verdad que
tenías la sensación, sobre todo en España, donde la política internacional
tenía un escaso interés y donde a la gente le preocupa más –lamentablemente-
los líos de cama entre el torero y la folclórica o los rifirrafes politiqueros
del PP y del PSOE. Interesa una información muy pedestre.
En otros países la información internacional sí que
interesaba más. El de Le Monde sabía
que lo leían, no todos los franceses, pero sí un millón o dos de personas. En
España sabías que si enviabas una crónica a El País si lo leían 2.000 o 3.000
ya te podías dar por contento.
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|Fotografías por Isabel Ruiz| |
¿Cómo pasa del
periodismo a la política cuando te nombran director general de información
internacional de Zapatero?
Yo no lo conocía y siempre había tenido en la cabeza aquello
de que la política y la información son enemigos, lo de los dos lados de la
trinchera. A mí me lleva a ocupar ese puesto dos razones: la guerra de Irak y
el 11-M. De la guerra de Irak había visto que aquello era un desastre, veía que
aparte de ilegal era contraproducente e iba a producir más yihadismo, además
ponía a España en el punto de mira junto a EEUU, Israel, Reino Unido… Luego
cuando se produce el 11-M, que asocio desde el primer minuto a atentado
yihadista en venganza por aquello, además Bin Laden había publicado unos meses
antes un audio designando especificadamente a España como uno de los objetivos.
Aquellos hechos me indignaron como ciudadano. Tenía un gran rebote con el
gobierno de Aznar por habernos metido como país en ese agujero.
Un día entrevistando
al novelista inglés John Le Carré en Suiza, recibí una llamada cuando todavía
no había entrado Zapatero en la Moncloa, pero sí había ganado las elecciones.
El propio Zapatero me dice por teléfono que van a formar gobierno y quieren
contar conmigo porque tenía experiencia en la información internacional,
hablaba idiomas y conocía el mundo americano y árabe. Mi primera respuesta fue
la clásica: “Que no, que no. Soy periodista”. Entonces Zapatero me dice que
habíamos en el punto de vista sobre Irak y él 11-M, le digo que sí, que
coincidíamos, pero “tú [refiriéndose a Zapatero] no vas a tener bemoles de retirar
las tropas”. Él me dijo que sí, que no se lo dijera a nadie, pero que retirar
las tropas era lo primero que iba a hacer. También me dice que iba a necesitar
ayuda para retirarlas porque se le iban a echar encima Estados Unidos, los
neocom… Le digo: “Bueno, pues déjame que lo piense”.
Vuelvo a la entrevista y John Le Carré ve que estoy como descompuesto.
Me pregunta qué pasa, le cuento y el novelista me dice que diga que sí, que sí,
que acepte ser director general de información. Le Carré me dice que, uno, él
también estaba indignadísimo con que Tony Blair metiera a Inglaterra también en
aquella guerra. Dos: que conocía a Zapatero, por lo que he leído en la prensa y
tal lo consideraba un hombre muy valiente. Y tres: que esa tontería de las
líneas rojas del periodismo en el mundo inglés y americano no existen. Que hay
vasos comunicantes entre el periodismo, la política, la publicidad… Me dice que
eso de las líneas rojas es una tontería que se han inventado en España, que en
Estados Unidos es de lo más normal que una gran periodista de una cadena de
televisión, por ejemplo, sea portavoz por ejemplo de la Casa Blanca, y luego
vuelva a su puesto. Después de eso, saco el teléfono, llamo y digo: “Lo he
consultado con John Le Carré y me ha dado su bendición” (risas).
¿Y cuál diría que es
el mayor defecto de Zapatero?
El mayor defecto de Zapatero… la improvisación, y la
desorganización. Siempre lo he dicho, en un manual de empresa sería el negativo
(falta de organización, falta de capacidad de trabajo en equipo, del reparto de
tareas). Moncloa era un poco caótica y espasmódica, pero estoy feliz de los
años que pasé. Le puse una condición a Zapatero, que solo iba a estar dos años.
Y cumplí, en esos dos años hicimos: la retirada de las tropas de Irak; la reconciliación
con Francia, Alemania, México y Brasil; el referéndum de la Constitución
Europea; el matrimonio gay; muchísimas leyes para detener la violencia
machista. Se hicieron muchas cosas, aquella legislatura fue brillante.
En una entrevista en
2007, habla de que Zapatero se replegó a asuntos como el Estatut, o ETA, cuando
tenía que haber formado pareja artística con Merkel para tirar los dos de la
UE? ¿Era un escenario posible?
Eso fue después de mis dos primeros años. El problema de
España entonces no era nacional, si no la guerra de Irak y el 11-M. Pero
después el escenario cambió, entonces empezó más a asuntos nacionales. El libro
lo escribí cuando me fui y vi que dejaba de hacer viajes, de hacer política
internacional cuando tenía un prestigio internacional muy alto. O sea, en 2006
se le consideraba casi un héroe en Italia, en Francia, en Alemania porque era
quien se había enfrentado a Bush. Lo de formar pareja con Merkel, desde la
distancia se ha visto que Merkel no forma pareja con nadie. Cuando dije eso,
Merkel acababa de llegar, no la conocía. Está aplicando una especie de nueva
hegemonía alemana en Europa.
Lo que algunos llaman
Cuarto Reich…
Hay gente que le llama así, ahora con militares financieros…
Está claro que todo lo que está ocurriendo en Europa en los últimos años es en
beneficio exclusivo y egoísta de Alemania, y para deterioro de todos los
pueblos del sur y del conjunto de la UE. Merkel está haciendo un daño irreparable
a la Unión Europea.
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El periodista Javier Valenzuela cuenta cómo fue la cobertura del 23-F desde Valencia.| Fotografías por Isabel Ruiz. |
Volviendo atrás, siempre se habla de la cobertura del 23-F
desde Madrid. Cuéntame cómo fue cubrir aquel día desde Valencia.
Claro, es que este país en tan centralista que parece que el
23-F solo fue en Madrid. Y lo que pasó en Valencia fue mucho más grave que lo
que pasó en Madrid porque no estuvo tomada por los tanques. Miláns del Bosh
decretó el toque de queda, sacó el ejército a la calle e invadió el Diario de
Valencia donde yo trabajaba. Imagina aquella tarde: estamos en la redacción y
vemos entrar a una tropa de soldados armados que venían a ocupar militarmente
el periódico y nos decían que no
podíamos entrar ni salir hasta ver qué decidía el general del Bosch.
El golpe triunfó en Valencia por unas horas y nosotros lo vivimos, a veces nos acercábamos a los soldados con el pretexto de ir al lavabo. Le preguntaban los propios soldados qué pasaba, no les habían dado explicaciones. Entonces les decíamos “creo que estáis metidos en un golpe de Estado”, estaban ahí casi más acojonados que nosotros. Estábamos todos encerrados, no podíamos hacer cobertura informativa en ese momento. ¿Qué pasó? Que cuando el rey dijo que no apoyaba el golpe, los periodistas del Diario de Valencia y de otros medios nos rebelamos. Salimos y nos rebelamos, incluso hicimos fotos de aquellos tanques que estaban en la calle. Los capitanes y comandantes de aquello habían oído al rey, pero Miláns tardó dos o tres horas en arriar bandera.
El golpe triunfó en Valencia por unas horas y nosotros lo vivimos, a veces nos acercábamos a los soldados con el pretexto de ir al lavabo. Le preguntaban los propios soldados qué pasaba, no les habían dado explicaciones. Entonces les decíamos “creo que estáis metidos en un golpe de Estado”, estaban ahí casi más acojonados que nosotros. Estábamos todos encerrados, no podíamos hacer cobertura informativa en ese momento. ¿Qué pasó? Que cuando el rey dijo que no apoyaba el golpe, los periodistas del Diario de Valencia y de otros medios nos rebelamos. Salimos y nos rebelamos, incluso hicimos fotos de aquellos tanques que estaban en la calle. Los capitanes y comandantes de aquello habían oído al rey, pero Miláns tardó dos o tres horas en arriar bandera.
Del Diario de
Valencia pasas a El País y a los cuatro años pasas a ser reportero de guerra.
¿Es la empatía por las victimas decisivo a la hora de hacer las maletas hacía un
país en conflicto?
Me gustaría decir lo contrario, pero creo que más que ese
sentimiento de empatía por las victimas lo que te mueve es el afán de aventura.
Eres joven y quieres vivir aventuras. La guerra es la mayor de las aventuras,
una vez en el lugar de los hechos por supuesto que empatizas con las víctimas,
expresas su punto de vista y lo defiendes.
Pero mentiría si te dijera que es esa empatía lo que marca. Yo lo que
quería era vivir aventuras, ser corresponsal de guerra es una cosa muy intensa
y adrenalínica. Quien diga lo contrario, miente. También creo que el periodista
no puede ser equidistante. Por ejemplo, no puedes decir: voy a coger el punto de
vista de los SS, que llevaban los campos de concentración, y el punto de vista
de los judíos que eran sus víctimas. Ese periodista sería un hijo de puta.
Lo que defina la ética de nuestro oficio es que el
periodista debe comprometerse, como dice Albert Camus. ¿Con quién? Con las
víctimas y contra los verdugos. Y el periodista no es tonto, en seguida
descubre quien es quien. hay que dar voz a los más oprimidos porque los
poderosos ya tienen sus gabinetes de prensa, sus radios, sus televisiones y sus
periódicos.
Recuerdo que el gran Henri Cartier-Bresson contaba a un
periodista que la mejor foto de su vida no la había tomado. El mítico fotógrafo
hablaba de cuando un camión arrolló a un rebaño de ovejas que cruzaban la
carretera. Vio cómo el pobre pastor se ponía a llorar desconsoladamente encima
de los cadáveres de las ovejas. El periodista le preguntó por qué no había
tomado esa foto, y Cartier-Bresson contestó: “Me dediqué a consolar al pastor”.
Libros del K.O
publicó sus crónicas sobre los quinquis de finales de los 70, principios de los
80. ¿Cómo llega a aquellos personajes?
Yo empecé como periodista de sucesos en El País. Entonces
aquella época era fantástico porque no había ni gabinetes de prensa, ni
portavoces, ni páginas web, ni redes sociales. Solo había un modo de conseguir
información, no era otra que gastando suela. Ir al lugar de los hechos, hablar con todo el mundo (desde la policía a
los familiares de las víctimas) y reconstruir el suceso.
Hablaría también con
el propio entorno quinqui…
Por supuesto. Y tengo muchos amigos quinquis: el Guille, el
Kung Fu... Ibas a sus barrios, en sus coches; cantabas canciones de Los
Chunguitos con ellos, te hacías canutillos con ellos, te tomabas unas birras
con ellos... Eran tus fuentes, igual que tenías fuentes de la policía o de
abogados, tenías fuentes de los delincuentes. Ellos lo aceptaban porque
tratabas de contar sus historias honestamente y detrás de aquellas historias
siempre había marginación, pobreza, exclusión, violencia, falta de
oportunidades… Había que contarlo.
Se ha vuelto a hablar
de que también en esos finales de los 70, principios de los 80 los estragos de
la heroína fueron más altos en el País Vasco, incluso relacionándolo con las
fuerzas de seguridad…
Mi amigo Pepe Rivas y otros son de esa teoría. Yo no creo ni
me consta que hubiera un plan adrede para introducir heroína en los barrios ni
nada. Creo que obedece a que el mercado empezó a producir heroína muy barata en
Afganistán, y el tío que ofrecía costo pasó a vender heroína. Como había muy
poca información y el discurso oficial era que todas las drogas eran malísimas,
la chavalería que había probado el hachís, la marihuana… pues decía no me muero
por esto. Nadie les había dicho que había drogas blandas, y drogas duras. La
heroína ata y mata, es letal.
Los que defienden esa
teoría se respaldan en que el consumo de heroína en el País Vasco entonces era
de los más altos de Europa…
A mí no me consta. También respeto los que hablan de
aquello, ya os digo que mi amigo Pepe Rivas (fundador de la revista Ajoblanco)
estaba seguro de que el movimiento libertario y anarquista en los años 70 en
Barcelona lo liquidaron por la heroína. Yo le digo Pepe, no sé…
En el artículo “Periodismo
de oro, periodistas de bronce”, habla sobre la precarización del oficio citando
a Felix Salmon que afirma que la posibilidad de estar bien pagado en este
oficio es bajísima.
Creo que estamos en una encrucijada. El periodismo es la
difusión libre de informaciones y opiniones, y nunca ha habido tanta como
ahora. Nunca. Porque muchos ciudadanos están informando y opinando libremente a
través de la red. Han surgido cantidad de periódicos digitales, vosotros mismos
tenéis una experiencia en este sentido. Nunca ha habido tanta información
crítica con el poder. ¡No paran de cobrar! Un día cobran los de Bankia, otro
día los del PP, otro los de CiU, otro los de la Gürtel, otro los de los ERE.
Nunca he visto tanta hostia – periodística- a los poderosos en la historia de
la humanidad. Información crítica gracias en parte a las nuevas tecnologías.
Por tanto, el periodista está entrando en una nueva edad de oro.
También es cuando los periodistas me dicen yo es que no
cobro ni un duro. Los periodistas estamos jodidos porque lo que ha ocurrido con
la crisis es que nos han bajado de clase media a proletariado. Somos obreros.
¿Por qué? Es que sobramos, en España hay 10.000 periodistas en paro. Hay de
todo. El problema es de oferta y demanda. Ha habido una burbuja también, se ve
que salieron en la televisión unas series de periodistas y se puso de moda
querer serlo. Ahora me dice mi mujer me dice que las cosas más reclamadas son
gastronomía, hostelería… que quieren ser Masterchefs. Puede haber una edad de
oro para el periodismo y la misión social del mismo, pero una edad de bronce para
los periodistas, y va a durar. Nos han proletarizado.
|Entrevista por Carlos Frías y Alberto Albertus|
|Entrevista por Carlos Frías y Alberto Albertus|
Al menos, la voz de ustedes puede mutiplicarse.Otros permanecemos invisibles. El único espacio es el virtual,donde pocos leen verdaderamente. Con las editoriales opera el mismo sistema. No es solo un problema remitido a los medios, en manos oligárquicas o de pequeños empresarios que se la juegan en cada tirada de 1000 ejemplares. La tragedia es España, un país donde se piensa e intercambia poco. Ud viene de otra generación de periodistas, muy activos, que los medios en papel no consideran ya necesarios. Es una pérdida de calidad humana y profesional incalculable.Otra de las tantas atrocidades que nos depara este territorio depauperado, y sumergido hoy en la crisis más importante desde la posguerra. Lo que cuenta sobre sus experiencias como corresponsal y las otras es interesante y, por lo que se observa no tiró la toalla. Con independencia de ello, estimo que el hondo bache cultural español, de ser superado, llevará generaciones. No es moco de pavo tener un presidente como Rajoy, y políticos opositores que defraudan cada día esperanzas de cambio.
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